13 abril 2007
The Google Story
A través de la intrahistoria del buscador más utilizado de internet, se pueden aprender muchas lecciones acerca del éxito personal, y empresarial, a través del trabajo, no exento de grandes dosis de talento. Aspectos tan descuidados como el clima laboral, el fomento de la creatividad, el espíritu de equipo, aparecen claves para el desarrollo del que es sin lugar a dudas, gran invento del Siglo XXI.
Pues bien además de conocer en detalle la historia del buscador favorito de los internautas, y una de las empresas más admiradas en la actualidad, el libro también nos deja anécdotas y usos poco comunes del buscador Google como por ejemplo:
- Google puede ser nuestro hombre del tiempo particular, si tecleamos Wather, seguido de la ciudad o código postal donde deseamos conocer el pronóstico meteorológico, nos devolvera el clima del mismo en cuestión de segundos.
- Obtener una cotización instantánea del Nasdaq, tecleando tu ticker en el campo de busqueda, automáticamente veremos la cotización y evolución del valor a lo largo del tiempo.
Estos son sólo un par de ejemplo de lo que podremos encontrar en The Google Story.
PS: Por cierto el Doodle de hoy (imagen del texto) está dedicado a Yuri Gagarin
20 diciembre 2006
EL EFECTO MARIPOSA
"El efecto mariposa no existe. Sorprendente, estimados lectores. No existe tal y como lo solemos interpretar. El efecto mariposa lo planteó el meteorólogo Edward N. Lorenz, quien es considerado como el “descubridor” del caos, o al menos el primero que lo investigó como materia independiente. Pero lo planteó de aquella manera, no literalmente.
Lorenz trabajaba con un modelo de predicción climatológica basado en un sistema de ecuaciones diferenciales acopladas (lo que técnicamente se denomina un maldito follón). Cada poco tiempo, el ordenador imprimía unos valores para las variables temperatura, humedad y dirección del viento en un punto dado. Llegado un momento, Lorenz tuvo que suspender la simulación y, al reanudarla, introdujo valores que ya tenía impresos para que el ordenador lo retomara donde lo había dejado. Pero no introdujo los últimos que tenía, sino unos anteriores. Al cabo de un rato, las predicciones que hacía el ordenador no tenían nada que ver con las que él tenía impresas en la mano. Extrañado, empezó a investigar hasta darse cuenta de que al introducir de nuevo los datos, lo había hecho usando cinco decimales en vez de los seis que usaba el ordenador. Esta leve variación de los datos había hecho que las predicciones meteorológicas fuesen cada vez más distintas en las dos simulaciones.
En efecto, en sistemas complejos suele haber lo que se denomina “sensibilidad a las condiciones iniciales”. Una variación al principio hará que los datos del sistema (posición de un satélite en el Sistema Solar sometido a la atracción de más de un cuerpo, temperatura y humedad del aire en un punto dado…) se desvíen cada vez más de la predicción inicial, hasta que ambos sistemas no tengan nada que ver entre ellos.
La idea que Lorenz quería plantear es que si medimos con mucha exactitud las variables de un sistema caótico y a partir de ahí empezamos a hacer una predicción, entonces los factores que no hayamos medido (como, por ejemplo, el octavo decimal de todos los factores implicados), serán los responsables de que nuestro modelo empiece a alejar sus predicciones de la realidad. Encontró un ejemplo resultón con lo de las mariposas, pero ese ejemplo ha pasado a ser aceptado como verdad universal (y, sobre todo, literal), sin que el mismo Lorenz lo hubiera dicho con esa intención."
¿Por qué el efecto “mariposa” y no el efecto “pedo de grillo”? Imagínense: El pedo de un grillo en Alaska puede provocar lluvia ácida en Sagunto. Ésa sí es una frase para citar en los bares. Pero Lorenz se inspiró en una cosa llamada el atractor del mapa de fases de sus ecuaciones, que es, más o menos y a grandes brochazos, la gráfica del sistema que estamos estudiando. En uno de los primeros sistemas caóticos que estudió, el atractor tenía esta pinta (ver imagen del artículo)"
Por lo tanto, lo que Lorenz buscó era un símil sencillo que explicase que pequeñas variaciones en un sistema caótico se pueden convertir al cabo del tiempo en grandes variaciones, pero no en ningún caso que una mariposa pudiese generar un tornado.
CIRCUS MUSEUM
12 diciembre 2006
Cuantas veces se puede doblar un papel?
El primer doblez nos dejaría un grosor de 2 milésimas de centímetro, el segundo 4 milésimas (es decir siempre avanzamos en potencias de dos).... El décimo doblez, 2 elevado a 10 = 1 cm aproximadamente. Supongamos que llegamos a la vigésimo séptima vez, su grosor sería de 2 elevado a 27, es decir 134.217.728 milésimas de centímetro, o lo que es lo mismo 1.342 metros, casi un kilómetro y medio.... Es decir sería imposible!
Fuente: Matemática estás ahí
07 diciembre 2006
Fleming y Churchill
"... Su nombre era Fleming, y era un granjero escocés pobre.
Un día, mientras intentaba ganarse la vida para su familia, oyó un lamento pidiendo ayuda que provenía de un pantano cercano. Dejó caer sus herramientas y corrió al pantano. Allí encontró hasta la cintura en el estiércol húmedo y negro a un muchacho aterrado, gritando y esforzándose por liberarse. El granjero Fleming salvó al muchacho de lo que podría ser una lenta y espantosa muerte.
Al día siguiente, llegó un carruaje elegante a la granja. Un noble, elegantemente vestido, salió y se presentó como el padre del muchacho al que el granjero había ayudado.
"Yo quiero recompensarlo", dijo el noble. "Usted salvó la vida de mi hijo". "No, yo no puedo aceptar un pago por lo que hice", el granjero escocés contestó. En ese momento, el hijo del granjero vino a la puerta de la cabaña. "¿Es su hijo?" El noble preguntó. "Sí", el granjero contestó orgullosamente. "Le propongo un trato. Permítame proporcionarle a su hijo el mismo nivel de educación que mi hijo disfrutará. Si el muchacho se parece a su padre, no dudo que crecerá hasta convertirse en el hombre del que nosotros dos estaremos orgullosos". Y el granjero aceptó.
El hijo del granjero Fleming asistió a las mejores escuelas y al tiempo, se graduó en la Escuela Médica del St. Mary´s Hospital en Londres, y siguió hasta darse a conocer en el mundo como el renombrado Dr. Alexandre Fleming, el descubridor de la penicilina. Años después, el hijo del mismo noble que fue salvado del pantano estaba enfermo de pulmonía.
¿Qué salvó su vida esta vez?... La penicilina. El nombre del noble? Sir Randolph Churchill. ¿El nombre de su hijo? Sir Winston Churchill..."
13 noviembre 2006
Extracto Abadía del crimen
El Señor me concede la gracia de dar fiel testimonio de los acontecimientos que se produjeron en la abadía cuyo nombre incluso conviene ahora cubrir con un piadoso manto de silencio; hacia finales de 1327, cuando mi padre decidió que acompañara a fray Guillermo de Occam, sabio franciscano que estaba apunto de iniciar una misión en el desempeño de la cual tocaría muchas ciudades famosas y abadías antiquísimas. Así fue como me convertí al mismo tiempo en su amanuense y discípulo; y no tuve que arrepentirme, porque con el fui testigo de acontecimientos dignos de ser registrados, para memoria de los que vengan después.
Así, mientras con los días iba conociendo mejor a mi maestro, llegamos a las faldas del monte donde se levantaba la abadía. Y ya es hora de que, como nosotros entonces, a ella se acerque mi relato, y ojalá mi mano no tiemble cuando me dispongo a narrar lo que sucedió después..."
03 noviembre 2006
La melancólica muerte de Chico Ostra - Tim Burton
Se le declaró en la costa,y en la playa fue la boda. Su larga luna de miel en la isla de Capri fue Para la cena el meseroles puso un solo platillo:un gran caldo de mariscos.La novia pidió un deseo. Y el deseo se realizó.Dio al fin a luz un bebé.Pero éste ¿era humano o no?Bueno, quizá. Tal vez.
Diez dedos en pies y manos,y demás órganos sanos.Podía sentir y escuchar.Pero ¿normal? No, ni hablar. Este engendro antinatura,Este cáncer indecente,Era la imagen vivientede toda su desventura.
Ella se quejó al doctor:“No es hilo de mi madeja.¿De donde sacó ese hedora salmuera, pez y almeja?” “Y ha sido usted afortunada.Yo la semana pasada,trate a una niña con pico y tres orejas. ¿Me explico?Si es mitad ostra su niño,búsquese a otro a quien culpar.-Y añadió con cierto guiño -¿Se ha puesto a considerar una casita en el mar?”
No sabían como llamarlo.A veces le decían Carloy a veces -con voz perpleja-“eso que parece almeja”. Encogido el corazón,Ninguno en verdad sabía si el chico ostra algún día rompería el caparazón.
Los cuatrillizos Montalvocierta vez se lo toparon.Le espetaron un “¡Bivalvo!”y enseguida se escaparon. Una tarde en que llovía,Carlo se sentó en la calle.Y miró arremolinarse el agua en la alcantarilla Aparcada en la cuneta,conmovida y afligida,su madre daba salida a su congoja secreta. Ya se habían acostado una noche, y ella dijo:“Cariño, huele a pescadoy yo creo que es nuestro hijo.Y aunque dicen que una dama debe callarse esas cosas,me parece que le endosas tus problemas en la cama.”
El probó cuanta loción pudo hallar en el mercado.Tenía el cuerpo colorado y comezón, comezón.Y de rascar y rascar la piel le empezó a sangrar El doctor, tras una pausa, dijo: “El remedio a su mal podría ser su misma causa. Las ostras, como sabéis, dan gran potencia sexual. Supongo que si os coméis a vuestro niño podréis saciar el ansia carnal.
Se acerco muy de puntitas, muy a oscuras y en celada, porque no notara nada quien le daba tantas cuitas.Y en voz muy baja le dijo: “Carlo queridísimo, hijo: no quisiera interferir ni causarte desconsuelo. Pero ¿has pensado en el cielo, o te has querido morir?” Carlo parpadeo al oírlo pero no le dijo nada.Su papi apretó el cuchillo y se aflojó la corbata. Cuando lo levantó en vilo, Carlo le mojó el abrigo. Y en su boca ya la valva, se escurrió por su garganta.
En la costa lo enterraron, en la arena, junto al mar.Una oración murmuraron y se fueron a cenar. Una cruz que daba pena marcaba su sepultura y unas letras en la arena prometían vida futura. Pero al subir la marea una ola grande y fea borró sin pena ni gloria para siempre su memoria.
De regreso en el hogar, él se le empezó a acercar. Le besó y le dijo: “Bella, hagamos otra faena.”“Pero esta vez –susurró ella- pidamos que sea una nena.
Autor: Tim Burton